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Notes from a cliff-edge

I did this so you don't have to ... (versión en español)

6/21/2025

 
El 18 de marzo de este año, Isabel Díaz Ayuso pronunció un discurso en el Centre for Policy Studies (CPS) de Londres (fundado por Alfred Sherman, Keith Joseph y Margaret Thatcher). Para quienes no hayan oído hablar de Díaz Ayuso y busquen un análogo en el Reino Unido, piensen en Nigel Farage, no tanto por su política (aunque hay similitudes) como por su capacidad para atraer la atención de los medios de comunicación mucho más allá de lo que su posición electoral justifica.
 
Para ser justos, Díaz Ayuso tiene más peso formal que Farage, porque mientras su partido sólo tiene 5 diputados en la Cámara de los Comunes, ella es Presidenta de la mayor de las 17 Comunidades Autónomas españolas (según el PIB), la Comunidad de Madrid. Lo que comparten, sin embargo, es su incomparable capacidad para captar la atención de los medios de comunicación en sus respectivos países.
 
Así que lo que diga Díaz Ayuso, importa. Incluso podría ser elegida algún día para liderar el país, tras haber defenestrado ya a un líder de su partido (el Partido Popular) y con el actual (Alberto Núñez Feijóo) inseguro e ineficaz.
 
Y para que no tengas que hacerlo tú, he escuchado tres veces su discurso de 20 minutos en un intento de desentrañar lo que podríamos llamar a lo grande su filosofía política.  
 
En primer lugar, hay que destacar su originalidad y descaro. Describe sus convicciones políticas como «liberales», pero es un liberalismo muy su generis. Y para colmo se refiere al «liberalismo a la española» como el liberalismo original, puro y auténtico, mientras que otros han perdido su norte.
 
Hay, por supuesto, algunos principios compartidos y conocidos entre estos liberalismos - el respeto al Estado de Derecho, la separación de poderes, la afirmación de que el fin nunca justifica los medios- pero lo que destaca es el contenido antirracional y moralizante del liberalismo de Ayuso. Le interesan tanto las tripas y el corazón como la cabeza.
 
Así, los principios clave del liberalismo puro y auténtico son aparentemente estos: la alegría, la valentía, la generosidad, la verdad. Lo sorprendente de estos principios es que son tan superficialmente atractivos como radicalmente imprecisos, y ahí radica su potencia retórica y política.  Ayuso ha dado con la receta del éxito retórico en lo que podríamos llamar estos tiempos políticos antiilustrados: hacer una lista de homilías que suenen cálidas, repetirlas a menudo (lo hace a lo largo de todo el discurso) y hacer de su imprecisión una virtud para atraer a su órbita al mayor número posible de personas.
 
El liberalismo moderno, tal y como lo entendemos hoy en día, tiene muy poco contenido moral: todo su sentido es que, dentro de las limitaciones de la ley y el respeto a los demás, somos libres de elegir la vida que queremos llevar. Libertad es una palabra que Ayuso utiliza con frecuencia, casi siempre de forma reductora: no somos libres si no hay donde tomar una cerveza a las 3 de la mañana. En este discurso añade una pizca de sustancia intelectual al citar al filósofo español José Ortega y Gasset y su afirmación (junto con los existencialistas) de que los seres humanos son constitutivamente libres y, por tanto, están obligados a elegir.
 
Esto parece impecablemente liberal, pero Ayuso se separa del liberalismo moderno cuando dice que debemos «elegir bien». Está claro que no se refiere sólo a «elegir bien» en el sentido de atenerse al imperio de la ley, porque en su discurso deja claro que hay opciones que aborrece aunque sean legales. Dos de ellas son el aborto y la eutanasia. Una tercera es el consumo de drogas (mencionado no menos de cuatro veces en el discurso) que, por supuesto, algunos liberales desean ver despenalizado precisamente por motivos de libertad de elección.
 
Se trata de un liberalismo moralizante que rechaza la idea del «individuo» desarraigado en favor de la «persona» nacida en una circunstancia particular que informa sus elecciones (morales) y condiciona sus posibilidades. Si esto es un liberalismo, es el liberalismo comunitario que surgió como reacción a lo que sus partidarios consideraban un individualismo excesivo que conducía al egocentrismo (un punto que Ayuso plantea exactamente en esos términos en su discurso).
 
El problema con el liberalismo comunitario es que tiene el potencial de restringir severamente las opciones abiertas al individuo. Para Ayuso la naturaleza de la comunidad en la que uno nace es fundamental en la medida en que condiciona y limita las opciones que el individuo puede legítimamente tomar. Las características de la comunidad que propone Ayuso son (las extraigo de su discurso): cristiana, anti-'woke', anti-izquierda, nacionalista, anti-feminista, pro-maternidad. Elegir bien en el Planeta Ayuso significa elegir de acuerdo con estos principios y los comportamientos que se derivan de ellos.
 
Llevar a cabo una política de tan alto contenido moral es arriesgado. La política de izquierdas es casi constitutivamente moralizante y a los políticos de izquierdas se les reprocha muy a menudo no estar a la altura de las normas morales que promueven. Esto da a la derecha un palo muy conveniente con el que golpear a la izquierda - y lo hacen en cada oportunidad.
 
A primera vista, Ayuso corre un riesgo similar, y en una serie de aspectos es tan susceptible de ser acusada de hipocresía como cualquier político de izquierdas. Por ejemplo, habla mucho del principio de «respeto a la vida humana».  Esta es la mujer que defendió su negativa a trasladar a los pacientes mayores de Covid de las residencias al hospital alegando que habrían muerto pronto de todos modos. Una vez más, ensalza la importancia del «decoro» en política. Esta es la mujer que llamó hijo de puta al presidente Pedro Sánchez en el Parlamento y luego afirmó que sólo dijo que le gustaba la fruta (hijo de puta/me gusta la fruta). Una vez más, insiste en la importancia del Estado de Derecho. Es la mujer que grita «¡calumnia!» cuando acusan a su pareja de defraudar a Hacienda, acusación que él mismo ha confesado. Por último, Ayuso entra en combate blandiendo la espada de la verdad. Esta es la mujer que se refiere al «wokeismo» como el caballo de Troya que la izquierda está utilizando para instalar el comunismo en todo el mundo occidental. (A algunos nos gustaría que tuviera razón).
 
Al fin y al cabo, y a pesar de las protestas de Ayuso, el suyo no es un liberalismo. Es un conservadurismo profundo, enraizado en el catolicismo, el nacionalismo español, la idealización de la familia y la tradición. Y ella no es tan susceptible de ser acusada de hipocresía como los de izquierdas, porque nadie ha esperado nunca un comportamiento moralmente coherente de los políticos de derechas. Y menos ahora que Trump ha hecho de la antivirtud virtud. Los partidarios de Ayuso deliran tanto como los de Trump cuando la ven saltarse las normas, incluso (¿especialmente?) las que ella misma ensalza.
 
Qué oportuno que Ayuso haya elegido dar su conferencia en un centro fundado por Margaret Thatcher. La presidenta madrileña es, desafortunadamente, la prueba de que el conservadurismo de esta última sigue vivo y coleando en todo menos -literalmente- el nombre.

 

    Andrew Dobson

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